Caminar en círculo nos lleva al futuro

Desde el inicio de la Revolución Industrial la humanidad ha estado dominada por un sistema económico absolutamente lineal: producir, consumir y desechar. No es necesario detenerse a explicar el impacto que este modelo ha tenido en nuestro medio ambiente. Son tan graves que según un informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU nuestro planeta va a alcanzar el decisivo límite de 1,5 ℃ por encima de la temperatura de la época preindustrial en el año 2030.

Es por eso por lo que urge cambiar la economía lineal por una circular y el desafío es trabajar con una visión de largo plazo que permita generar un modelo que vaya más allá del reciclaje y en el que las empresas y organizaciones de todo tipo y tamaño se hagan cargo adecuadamente de sus residuos, valorizarlos y dándoles una nueva vida o uso.

Todos lo sabemos, pero muchos olvidamos que vivimos en un planeta de recursos finitos y cada día somos más humanos con un modelo de vida que es imposible sustentar, el principal pilar de la economía circular es la regeneración. Sus acciones buscan restaurar el equilibrio que necesita el ecosistema para que nuestra especia pueda prosperar en armonía con la naturaleza.

Ya entrando en materia, en la construcción es habitual la recuperación de los despuntes de acero para reciclarlos y fabricar acero nuevo. Pero no sólo los despuntes de acero son residuos en una obra, también hay madera, hormigón, plásticos y vidrios, entre otros. En el mundo, la construcción es responsable del 35% de los residuos sólidos.

“Actualmente los Residuos de la Construcción y Demolición (RCD), son un gran problema en el mundo, y en Chile generamos mucho más. Por ejemplo, en un país desarrollado la construcción de un edificio habitacional genera 0,14 metros cúbicos (m3) de residuos por cada metro cuadrado (1m2) construido. En cambio, en nuestro país, para ese mismo edificio generamos 0,26 m3 por m2, casi el doble”, explica Felipe Ossio, académico de la Escuela de Construcción de la Pontificia Universidad Católica de Chile y vicepresidente del SubComité de Economía Circular del Instituto de la Construcción (IC).

“En una primera etapa en Chile hemos abordado la economía circular en la construcción a través del concepto de gestión de residuos. Tanto públicos como privados han dado pasos fundamentales y con grandes resultados en esa línea, pero es indispensable transitar a modelos circulares que incluyan las etapas de gestión y diseño. Primero, hay que tener claro que los materiales y componentes deben mantenerse circulando en la tecnósfera (ciclos técnicos) y biosfera (ciclos biológicos) por el mayor tiempo posible con la mayor calidad posible; debemos privilegiar uniones físicas antes que químicas que permitan el desmontaje, adaptación, recuperación y mantenimiento de estos”, señala Anamaría De León arquitecta y consultora en economía circular, miembro del SubComité de Economía Circular del IC.

Y agrega que “en la etapa de diseño arquitectónico y de materiales se define entre el 60% y 80% de la sostenibilidad de una obra o producto. El diseño para la deconstrucción, diseño para la reversibilidad, banco de materiales, modulación y estandarización reversibles y diseñar por capas, son algunas de las estrategias que podemos activar en etapas tempranas de un proyecto.”

Para enfrentar este problema, el programa Construye2025, impulsado por Corfo y administrado por el Instituto de la Construcción, elaboró una Hoja de Ruta RCD Economía Circular en Construcción, que se lleva a cabo en conjunto con los ministerios de Vivienda, Medio Ambiente y Obras Públicas.

El objetivo es lograr un país que gestiona sus recursos en forma eficiente, por lo cual trabajan en cinco ejes estratégicos: el ordenamiento y planificación sustentable del territorio; la coordinación y articulación pública; la cadena de valor sustentable y circular; la necesidad de desarrollar y fortalecer plataformas de datos que entreguen información para el diseño de políticas públicas y creación de nuevos mercados en torno a la economía circular en construcción; y la remediación ambiental de los resultados de la extracción de áridos y disposición inadecuada de los RCD.

La iniciativa busca generar una industria más productiva disminuyendo en un 20% los costos de producción; aumentar en un 20% las edificaciones sustentables y disminuir en un 30% las emisiones de CO2 al 2030.

La coordinadora de Sustentabilidad de Construye2025 a cargo de la iniciativa, Alejandra Tapia, señala que la economía circular busca optimizar los recursos mejorando la sustentabilidad, productividad y competitividad de las empresas, así como también impulsar la innovación para la creación de modelos de negocios y servicios que disminuyan la extracción de recursos, constituyendo una oportunidad para ampliar la base de la economía del país.

Así, no sólo tenemos una industria más sustentable, sino que también la economía circular ayuda a generar nuevos empleos que la OIT los cataloga como “empleos verdes” y los califica de la siguiente manera: “Empleos decentes que contribuyen a preservar y restaurar el medio ambiente ya sea en los sectores tradicionales como la manufactura o a la construcción o en nuevos sectores emergentes como las energías renovables y la eficiencia energética”. Más aún hace hincapié en que estos empleos verdes permiten: aumentar la eficiencia del consumo de energía y materias primas; limitar las emisiones de gases de efecto invernadero; minimizar los residuos y la contaminación; proteger y restaurar los ecosistemas; y contribuir a la adaptación al cambio climático.

Desde hace más de un año, el Instituto de la Construcción articula, junto a un gran número de reparticiones gubernamentales, universidades, oficinas de ingenieros y arquitectos, además de empresas privadas y organismos que las representan, como el Instituto Chileno del Acero y la Corporación de Desarrollo Tecnológico; el Subcomité de Economía Circular, que está trabajando para promover y aplicar en la construcción este modelo, cuyos beneficios son claros y muy palpables. Además de la disminución en el uso de la energía, lo que permite reducir la huella de carbono en la construcción, está el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, pues permite contar con ciudades más sustentables y pensadas en beneficio de la sociedad.

Este es un tema muy relevante, pues el Foro Económico Mundial (WEF, por su sigla en inglés) estimó que en 2050 el 90% de la población latinoamericana vivirá en ciudades, es decir alrededor de 570 millones de personas. Si somos conscientes y trabajamos en beneficio de ellas, muchas de estas personas podrán disfrutar de un medioambiente más sano y una mejor calidad de vida para mediados de este siglo.

Fuente: Instituto de la Construcción

Áridos reciclados disminuirían fuertemente los residuos en construcción

Por Felipe Ossio, Académico de la Escuela de Construcción Civil UC y miembro del Subcomité de Economía Circular del Instituto de la Construcción.

La industria de la construcción es actualmente el mayor consumidor mundial de recursos y materias primas. En la actualidad, la construcción y demolición de edificios representa alrededor de un tercio del consumo mundial de materiales y la generación de residuos. 

En Chile, el 35% de los residuos que se generan anualmente (7,1 millones de toneladas) proceden de las obras de construcción. Esto puede ser contrarrestado implementando estrategias que estén en línea con los principios de la economía circular, motivo por el cual el sector es considerado uno de los sectores claves para una efectiva transición. 

Entre dichas estrategias, la incorporación de materiales con atributos circulares es una estrategia clave a la hora de alcanzar un uso más responsable de los recursos y menor generación de residuos por parte de la construcción. 

En vista de ello, la Hoja de Ruta Residuos de Construcción y Demolición (RCD) y Economía Circular en Construcción 2035, cuyo objetivo es abordar desde el Estado, la reducción de extracción de materias primas y generación de RCD, a partir del uso eficiente de los recursos, y el manejo jerarquizado y ambientalmente racional de los residuos, fomentando la economía circular y la disminución de emisiones del sector construcción (Construye2025, 2020 b), establece como meta al 2025 que al menos el 15% de los materiales y sistemas constructivos cuenten con certificación de atributos circulares, aumentando dicho porcentaje a un 30% al 2035. 

El hormigón con áridos reciclados es una excelente oportunidad para cumplir con dicha meta y disminuir los impactos de la industria de la construcción.

Los áridos corresponden al material pétreo compuesto de partículas duras, de forma y tamaño estables presente en el hormigón y ocupan entre un 65% y 75% del volumen total del hormigón siendo así un elemento fundamental para su elaboración. 

En Chile, se estima que el consumo de áridos anual es superior a los 11 millones de metros cúbicos y su extracción tiene fuertes impactos medio ambientales como son la erosión y la pérdida de suelos naturales.

Los áridos naturales pueden ser sustituidos, en parte, por áridos reciclados procedentes de residuos de construcción y demolición (RCD), lo que conlleva varios impactos positivos. En primer lugar, permitiría disminuir el uso de áridos naturales cuya extracción y procesamiento es intensivo en energía y materiales. En segundo lugar, permitiría valorizar uno de los principales residuos generados por las obras de construcción, el hormigón. En Chile, se estima que se generan 7,1 millones de toneladas de RCD anualmente, de las cuales entre un 60% y 80% corresponden a hormigón.

De este modo, los áridos reciclados nos permitirían disminuir fuertemente la cantidad de residuos que terminan en un sitio de disposición final, y desde el punto de vista de la circularidad, la inclusión de áridos reciclados permitiría aumentar el porcentaje de un 5% a sobre el 60% de materiales con atributos circulares en la vivienda en extensión.

Caso de Éxito

La Dirección de Aeropuertos del Ministerio de Obras Públicas viene disminuyendo, desde 2014, los residuos de la construcción y demolición en los pavimentos aeroportuarios. Ejemplo es el Aeropuerto Diego Aracena de Iquique donde en vez de demoler las losas de hormigón y llevar los escombros a un botadero, se decidió triturar los escombros y reutilizarlos como material de relleno para la confección del terraplén que niveló el terreno ubicado al norte de la pista. Asimismo, en el Aeropuerto Chacalluta de Arica, se reutilizó el fresado (material que antes iba a botadero) en otras áreas del aeropuerto, dándole un nuevo uso, mientras que en el Aeródromo Eulogio Sánchez (Tobalaba) en vez de reemplazar el asfalto y la base antigua, se mezclaron y se le adicionó una emulsión asfáltica para transformarlo en una nueva base, de mejores competencias. 

Este experiencia derivó en una nueva normativa que exige que en el diseño de pavimentos aeroportuarios, se evalúen las alternativas según variables de interés ambiental como son consumo energía, agua, emisión CO2, entre otras, promoviendo el reciclaje de pavimentos y la estabilización del terreno natural.

Asimismo, se elaboró una metodología que explica cómo identificar, clasificar y cuantificar los RCD, siendo el primer paso para optimizar y minimizar su generación, generar una base de datos robusta para que la Dirección de Aeropuertos haga una gestión óptima de los desechos constructivos.