La reutilización de aguas lluvias le permite al establecimiento educacional reducir el 100% del consumo de agua que se utiliza en los sanitarios al igual que en las zonas de riego de jardines y áreas verdes.
El liceo e internado Antulafken de Puaucho, en San Juan de la Costa, Región de Los Lagos, cuenta con una serie de características que le permitieron postular a la Certificación Edificio Sustentable. En este ámbito, una de las más llamativas es su capacidad de reciclaje de aguas lluvias, que incluso provoca una reducción del 100% del consumo de agua potable destinada al WC y riego de áreas verdes. Según la arquitecta y asesora CES Tamara Catalán, especializada en diseño y construcción sustentable, el reciclaje de aguas lluvias consiste en un sistema de recolección del agua precipitada, que se recolecta en las cubiertas del edificio.
“El proyecto en sí fue realizado por el especialista sanitario y consiste, básicamente, en recolectar las aguas lluvias en las cubiertas del edificio mediante las canaletas que en ellos se incorporan y conducirlas a una red de colectores que descargan en un estanque enterrado de 7.000 litros. Mediante un sistema con bombas verticales, esta agua recolectada se conduce a la red sanitaria para alimentar los WC del colegio y la red de riego de áreas verdes del recinto”, explica Tamara Catalán.
Gracias a esta innovación, el liceo logra reducir el 100% del consumo de agua para efectos de los WC -que suman 18 artefactos en total- y también de riego de jardines y áreas verdes que considera, superficie que alcanza los 2.134 m2. La demanda total del edificio es de 1.239.190 lt/seg anual y la recolección de aguas lluvias considera 869.993 lt/seg. Por eso, el total de consumo de agua potable alcanza una reducción cercana al 70%. Además, el colegio considera artefactos sanitarios eficientes. “Esto significa que los artefactos generan una reducción del consumo de lt/seg, además de considerar fluxómetros en algunos casos”, comenta la asesora CES.
El proyecto fue precertificado considerando recursos que resultan relevantes para ello. Por ejemplo, en sistemas pasivos se considera la iluminación natural, la ventilación natural, la envolvente térmica, la aislación acústica de fachada y la incorporación de aislaciones interiores entre recintos, para mejorar la acústica de salas de clases y talleres. A esto, se suma el manejo de residuos durante la etapa de construcción. “En el caso de sistemas activos se trabajó en conjunto con las especialidades eléctricas, acústicas, clima y sanitario”, detalla Tamara Catalán.
En cuanto a las condiciones climáticas de la zona en que se emplaza el establecimiento educativo, el trabajo incluyó equipos no contaminantes, como bomba de calor y distribución de losas radiantes. En tanto, el sobredimensionamiento fue limitado según lo indicado por CES, con el fin de reducir su consumo. Este mismo sistema se diseñó con el especialista eléctrico, quien basó su proyecto en todo lo requerido para alcanzar la certificación, tanto para luminarias como para el sistema en sí.