La necesidad de la mejora continua

Por Matías Yachan, ingeniero asociado E3 y asesor CES.

Las certificaciones nacionales son herramientas desarrolladas para visibilizar y masificar la eficiencia energética en Chile. Estas han sido diseñadas según la experiencia mundial, particularmente de países como Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, los que llevan algunas décadas de ventaja ya aplicándolas. 

Justamente, la experiencia internacional ha permitido que CES cuente con los más altos estándares, preocupándose y abordando las distintas temáticas que preocupan al mundo de la sustentabilidad. Aunque este mundo muta su vocabulario constantemente, y se van incorporando nuevas variables que lo hacen más robusto, los principios básicos son bastante transversales y permanentes. Basta con considerar que hace 15 años se hablaba de arquitectura bioclimática, hace 10 de eficiencia energética, hace seis de sustentabilidad, hace cuatro de sostenibilidad, por un camino paralelo avanzaba el CO2 equivalente, y hoy se habla de Net Zero, y Reduce tu huella.

Dentro de los espacios habitados, todos estos conceptos apuntan a lo mismo, más o menos amplios, pero el fin sigue siendo el mismo: un uso de la energía más sustentable. Ello, ya sea desde una concepción de beneficio individual, donde una persona quiere beneficiarse de incorporar estos parámetros y, por ende, mejorar su propia calidad del ambiente interior, disminuyendo su facturación a fin de mes, como podría ser el interés en una vivienda. El mismo criterio aplicaría a una oficina, donde se puede buscar el confort de sus usuarios y una facturación reducida. O finalmente, bajo una mirada macro, de Estado o sociedad, donde el beneficio se interrelaciona con otras variables, por ejemplo, salud, y las externalidades negativas impactan en varias áreas. Cabe señalar que esta mirada macro, en los últimos años no sólo pertenece a planificadores sociales, sino que las masas han adoptado principios sociales en sus decisiones particulares, lo cual es un beneficio inmenso.

Independiente de cual sea la motivación, estas certificaciones apuntan a entregar una mejor calidad del ambiente interior (CAI) y disminuir las externalidades negativas. Y en eso, hacen muy bien su trabajo.

Se trata, entonces, de principios bastante estáticos, ya que la calidad del ambiente interior se encuentra asociada a satisfacer las condiciones que afectan a los cinco sentidos, como la visión o la sensación corporal térmica o acústica, y las externalidades negativas se pueden cuantificar, ya sea en dinero, CO2e, u otro, entonces, la barrera que falta por superar para dar el gran salto de traspasar todos estos principios del papel a la realidad y lograr la masificación corresponde a su factibilidad. 

Es aquí donde entra el principio de Certificación Nacional. Ya que la factibilidad y, por ende la masificación, se encuentran relacionadas con las condiciones locales y sociales para su aplicación. Muy distinto es premiar el uso de energías limpias a través de equipos modernos de alta eficiencia presentándose así en el papel, pero aplicarlo a una localidad donde el combustible utilizado es la leña y la realidad local ha tenido constantemente un presupuesto y una operabilidad que no se condice con el alcance del diseño. 

El proyectista es clave para lograr lo anterior, ya que debe tener la capacidad de acercar a la realidad local un diseño que tiene como objetivo cumplir los dos principios básicos: aumentar la CAI y disminuir las externalidades negativas, pero de manera factible. De nada sirve un Chiller con COP de 4.2 instalado en una escuela de Puerto Tranquilo, donde cualquier técnico para mantenerla se encuentra en Coyhaique y el costo de alcanzar confort encendiendo el sistema centralizado es tres veces superior al gasto que incurrían antes en el colegio a través de salamandras con las cuales no alcanzaban confort. El salto puede ser cuántico, y es responsabilidad de las autoridades y las políticas públicas generar TDRs concordantes, y no dejarlo sólo en manos del proyectista.

Bajo esta premisa de Nacional, CES justamente privilegió variables que fuesen aplicables a las distintas realidades locales, pero manteniendo altos estándares internacionales, mezcla compleja, pero factible. La premisa de hace casi 10 años, en los diseños de CES, de diferenciar entre arquitectura – diseño pasivo e instalaciones – sistemas activos, sigue siendo válida; sin embargo, el principio de la mejora continua ya tocó su puerta y el Instituto de la Construcción como entidad administradora de CES supo recoger las inquietudes y ya se encuentra en proceso de actualización.

Integración de energías renovables y sistemas pasivos en la arquitectura

PorJosé Guerra Ramírez, director Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica del Norte y asesor CES

La integración arquitectónica de las energías renovables en la envolvente de los edificios actúa, especialmente, en el diseño de fachadas y componentes de protección, aislación térmica y acústica, ventilación, iluminación natural, entre otros. La conceptualización de la fachada se debe rediseñar como un elemento de captación energética, transformando la envolvente del edificio en el principal elemento generador de la energía limpia.

Hoy, la fisonomía de la envolvente arquitectónica asume nuevas formas y funciones, características de diseño donde la fachada verde elimina CO2 y produce alimentos, la fachada solar produce autonomía energética y las nuevas fachadas más variables y dinámicas aportan una nueva estética arquitectónica 

La fachada como generadora, captadora y productora de energía, permite integrar los paneles fotovoltaicos en la propia ventana, incorpora una solución pasiva como: muro ventilado, aleros fijos o móviles, elemento de control de la radiación solar en superficies horizontales y verticales, filtros o tamiz de control de la luz natural, en la cubierta como cobertizos, sombreadores, todas soluciones que aportan al desarrollo de la arquitectura sustentable y adaptación al cambio climático.

Por eso, en la UCN hemos desarrollando el Proyecto FIC-R Contenedor Demostrador de estrategias de integración de las ERNC, para fortalecer la industria de viviendas sustentables en zonas áridas. Este proyecto de investigación aplicada, financiado con fondos del Gobierno Regional, busca desarrollar y evaluar las estrategias de integración arquitectónica, especialmente la energía solar fotovoltaica, a través de la construcción de un prototipo de investigación. 

Estamos haciendo estudios locales y mediciones para ofrecer, datos y soluciones tecnológicas adecuadas a las viviendas de la región, que fortalezcan e impacten en la industria de viviendas sustentables nuevas o existentes de la región de Antofagasta. Las soluciones que vemos hoy en nuestras ciudades no se integran al edificio, son un artefacto más instalado en la cubierta. Sin embargo, se debe buscar la integración arquitectónica de los paneles fotovoltaicos en la envolvente del edificio. 

En este ámbito, el mercado ofrece distintas tecnologías que permiten integrar aleros, barandas o quiebra vista, y también los paneles se pueden incorporar como una doble piel para implementar un sistema pasivo de fachada ventilada y control de la radiación solar, adicional a la captación energética. El conjunto de estas iniciativas permite que el sector de la arquitectura, construcción y gestión de los edificios comiencen a actuar de manera coordinada, consiguiendo que la integración de las energías renovables en la edificación sea una realidad.

 Sin duda, los primeros pasos hacia la transición energética y transformación cultural que implica desarrollar nuevas formas y conductas de uso de la energía, para dar respuesta a los objetivos de desarrollo sustentable de la ONU y, en particular, al objetivo número 11: desarrollar ciudades y comunidades sustentables.

Contribuciones a una evaluación objetiva del nivel de sustentabilidad en Chile

Por Hernán Madrid, jefe de Certificación Edificio Sustentable (CES)

El trabajo que hemos realizado en CES durante los seis años en que ha estado presente en el mercado chileno, nos permite decir que es una herramienta que se ha consolidado, lo que se refleja en la cantidad de proyectos que tenemos hoy en el sistema y en el enorme interés por los Premios CES desarrollados en los últimos dos años. A la fecha, llevamos más de 50 proyectos certificados y más de 330 se encuentran en proceso de hacerlo.

A comienzos de este año, con el lanzamiento de la Certificación de Vivienda Sustentable, se completó el alcance de las herramientas desarrolladas en Chile para evaluar la sustentabilidad de la edificación.

Desde el comienzo del desarrollo de la herramienta para viviendas, hemos estado presentes colaborando desde el Comité Directivo y los Comités Técnicos que la CVS formó para organizar este trabajo. Ambas certificaciones hicimos esfuerzos para homologar el lenguaje y compartir lineamientos, de modo que permitiera entregar una visión de conjunto de “herramientas nacionales”, a lo que se suma la actualización de la plataforma CES, de manera que contengan la misma lógica de funcionamiento.

Las certificaciones contribuyen con una evaluación objetiva del nivel de sustentabilidad que incorpora un edificio o vivienda, permitiendo visibilizar y validar sus atributos para que puedan ser utilizados como información útil en la venta o para acceder a incentivos. Un ejemplo de esto son los bonos verdes con los que actualmente trabaja el Estado de Chile, y a los que CES contribuye con la validación de parámetros de consumo de energía y reducción de emisiones asociadas. En el ámbito de la vivienda también se encuentran trabajando en mecanismos de incentivo para ser aplicados en el país.

Es importante que el trabajo colaborativo continúe, de manera de potenciar las certificaciones locales. En este camino ya estamos preparando una agenda de trabajo con temas transversales y específicos, como por ejemplo, abordar los edificios con usos mixtos y facilitar el proceso de certificación del conjunto completo.

Desde CES tenemos importantes desafíos, como la ampliación del alcance de la herramienta a edificios existentes y, en 2021, desarrollar una versión CES para aeropuertos e infraestructura, así como otra para centros comerciales; continuar con el monitoreo de edificios certificados para mostrar resultados reales de comportamiento y funcionamiento y colaborar a nivel internacional con nuestra experiencia en sistemas de certificación de sustentabilidad.

Fuente: CVS Chile

Sustentabilidad y bienestar en edificios educacionales

Por Gonzalo Mut, asesor CES

Sin dudas, la contingencia sanitaria dejará honda huella en nuestras vidas, desde la forma en que nos relacionamos en el día a día, cómo trabajamos, cómo vivimos y en nuestras prioridades. Seguramente la salud será un factor determinante en nuestras decisiones de aquí en más. 

La arquitectura siempre ha sido el reflejo de nuestros estilos de vida, y no será ajena al proceso de transformación abrupto por el que estamos pasando. La sustentabilidad, en el amplio sentido de la palabra, jugará un papel muy importante. Estamos hoy frente a una “Sustentabilidad 2.0”, una mucho más dedicada al bienestar de los ocupantes que en la eficiencia energética, concepto que hasta hoy había sido el foco de atención. Si bien este vuelco hacia el bienestar y la salud se había estado dando de manera sostenida hace ya unos años, la realidad actual ha acelerado esta tendencia permeándose en todos los programas arquitectónicos, sobre todo en aquellos dedicados a las actividades que más se desarrollan en interiores tales como la educación, el trabajo y vivienda.

Hoy en día contamos con numerosas certificaciones, nacionales e internacionales, que abordan los más variados criterios de la sustentabilidad aplicada a los proyectos de arquitectura, desde el ahorro de agua y energía, hasta el bienestar y la salud. En el ámbito internacional encontramos la ya conocida LEED™ o WELL, la cual se centra exclusivamente en el bienestar y salud de los usuarios. 

A nivel local destacamos la Certificación de Vivienda Sustentable o la Certificación de Edificio Sustentable, la cual es aplicable a todo edificio de uso público y aborda los más fundamentales aspectos de la sustentabilidad y con especial foco en la Calidad del Ambiente Interior.

Según un estudio de la Schools for Health: Foundations for Student Success, los alumnos pueden pasar unas 15.000 horas hasta finalizar su enseñanza media. Esto significa que permanecerán en sus edificios educacionales más que en cualquier otro aparte de su vivienda. Estos primeros años son claves en el desarrollo social, cognitivo y emocional de un niño, por lo que exponerlo a un espacio interior deficiente puede tener consecuencias negativas permanentes.  

Por otro lado, crear edificios saludables con espacios interiores saludables, tendrán un impacto positivo en su desarrollo. Los espacios saludables se asocian a la alta productividad, baja de ausentismo y un mayor grado de satisfacción general. Si pensamos en estos beneficios, vemos que son aplicables para cualquier tipo de edificio, sin embargo, pocos tienen la relevancia en el desarrollo de una persona que los educacionales. 

¿Cuáles son las complicaciones en salud que se podrían desprender de un ambiente poco saludable?

  • La exposición a componentes orgánicos volátiles, agentes nocivos que se desprenden de los materiales de terminaciones como pintura, barnices, pegamentos, etc., están asociados a síntomas respiratorios y hasta cáncer.
  • Una mala ventilación puede llevar a elevadas concentraciones de CO2 y producir mareos, dolores de cabeza, aletargamiento y hasta podría desencadenar cuadros de asma.
  • Una iluminación deficiente, tanto natural como artificial, obliga a forzar la vista produciendo cansancio ocular y dolores de cabeza.

Mejorar la calidad del ambiente interior contribuye a un mejor medioambiente general para los estudiantes, mejora el desempeño de profesores y personal de educación y otorga una sensación general de bienestar y salud. Todos estos factores contribuyen a cumplir con el objetivo principal de estos establecimientos, educar.

Todo lo anterior es replicable a casi cualquier edificación y, hoy más que nunca, debemos tomar acción en el resguardo de la salud de quienes habitan nuestros proyectos. Las certificaciones son una excelente herramienta para abordar desde una metodología confiable y técnicamente precisa, todas las estrategias que harán de nuestros edificios lugares saludables y que no representen un riesgo para nuestro bienestar. 

¿Cómo los Premios CES impulsan el mercado?

Por Ricardo Fernández, presidente Comité Directivo CES

Desde que decidimos la creación de los premios CES, pensamos que era una manera concreta de difundir los beneficios de certificar los edificios de uso público, para aumentar aún más la cantidad de edificios, tanto en el desarrollo de edificación del Estado como en el inmobiliario privado.

Al existir esta instancia de reconocimiento a aquellas obras que alcanzan los mayores puntajes para la certificación, permite conocer e interactuar con mandantes, asesores, consultores, arquitectos, constructores y especialistas que vivieron el proceso, tienen los costos reales de cada etapa del proyecto, la estimación de los beneficios y pueden medir y verificar con los resultados obtenidos.

Certificar significa verificar por un tercero, que actúa en forma independiente, valore la calidad del diseño y especificaciones considerados en el proyecto.

Hoy contamos con alrededor de 350 proyectos -51 certificados y el resto en proceso de certificación-, distribuidos en todas las regiones de nuestro país. Sabemos que un buen proyecto tiene un confort interior superior, ambientes más sanos, aumento de productividad (mayor aprendizaje en escuela, menores tiempos de recuperación en establecimientos de salud, productividad laboral, etc.) y disminución de costos operacionales. En base de datos de proyectos certificados a la fecha, podemos decir que un edificio con Certificación CES gasta menos de la mitad de energía que uno tradicional, el costo del proceso para lograr la certificación es menos del 0,5% del costo de la obra (sin considerar terreno) y el menor costo operacional paga esta inversión rápidamente.


En la versión anterior del premio, los ganadores en la categoría edificio certificado, es decir, ya construidos, fueron el Centro de Día del Adulto Mayor de Punta Arenas, el Cuartel de Bomberos de Cunco y el Centro Elige Vivir Sano de Caldera, lo que demostraron que el modelo de nuestra certificación es aplicable en las distintas zonas climáticas de nuestro país y en todo tipo de edificación de uso público.

Hoy debemos poner en el centro de toda acción en el sector construcción a las personas, comunicando lo que hacemos a los usuarios finales, con el fin de que ellos sean quienes demanden a las inmobiliarias, edificaciones que cuenten con certificaciones como CES.

Esperamos también que la academia, un actor relevante en la preparación de futuros profesionales, considere en sus mallas curriculares la enseñanza de esta herramienta de certificación.


En estos tiempos de pandemia, cuando estamos experimentando cambios en la forma de vida y de hacer nuestras actividades, fomentemos CES para que las edificaciones sean concebidas, diseñadas y construidas para el buen vivir de las personas y minimizando los impactos en el medioambiente tanto en la construcción como en la operación de los proyectos.

Certificaciones: una vitrina para la sustentabilidad

Por Paola Molina, arquitecta, representante del Colegio de Arquitectos en Comité Directivo de CES

Tenemos varios desafíos por delante desde el área de la construcción, como garantizar espacios adecuados para este retorno a una “normalidad” en modo post-covid, lo que nos impulsa a poner en acción nuestra creatividad, eficiencia y capacidad para concretar las ideas.

Posteriormente se nos viene una sostenida recesión a nivel global, donde la eficiencia de los recursos y de las gestiones serán claves, en un entorno donde la calidad del ambiente interior ha quedado expuesta y donde las personas han puesto en valor el confort de los espacios habitables.

En este nuevo escenario no es prioritaria la cantidad, sino que la calidad toma una relevancia fundamental.

Frente a estos desafíos nuestro país en relación a los demás países de América Latina tiene exigencias aún más altas, al tener en la mitad de su territorio climas más fríos, no tan benignos y con bastante población, lo que nos obliga a tener mejores estándares de la calidad de la envolvente de nuestros edificios, la protección frente al frío además del calor.

Políticas en el pasado en el área de educación donde existía un prototipo de infraestructura de escuelas que se replicaba de Arica a Punta Arenas con igual calidad constructiva, en estos tiempos dejó de ser admisible, debido a que claramente el resultado no puede ser bueno para todos con los antecedentes y conocimientos que hoy contamos dada la diversidad cultural, geográfica y climática.

Hay que reconocer que es difícil mejorar lo que no es tan evidente, porque la calidad del ambiente interior de un recinto no es visible como lo son las terminaciones, por lo que muchos usuarios aún no tienen estas consideraciones a la vista a la hora de seleccionar viviendas y oficinas, aunque cada vez crece los potenciales clientes están más informados, lo mismo se extiende hacia otras áreas sobre todo en el ámbito privado como la industria, centros comerciales, centros educacionales, etc., donde el mandante (inmobiliarias, inversionistas) no valora en su inversión la eficiencia energética con calidad de ambiente interior, la calidad de iluminación natural y artificial, calidad y eficiencia del agua, etc. o bien los mandantes a pesar de tener una voluntad de hacer buenos proyectos con base sustentable, no tiene claridad del alcance de los puntos antes mencionados, para poder exigir que sea bien ejecutado. 

A raíz de lo mencionado anteriormente hoy se ven varios proyectos bajo el concepto de “greenwashing”, proyectos que dicen ser sustentables, pero en realidad sus apuestas son muy básicas, no logrando un buen desempeño cuantificable o han sido mal ejecutadas por falta de conocimiento y asesoría.

Es en este punto donde se vuelve importante dar valor y destacar como herramienta para incorporar en la compra o encargo de proyecto, el que cuente con Certificaciones Sustentables y Sellos de Eficiencia Energética, que hacen visible todo lo invisible.

Por otra parte como país tenemos acuerdos que cumplir, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) mandatados en las Naciones Unidas como referente para el desarrollo de los países, además de la “espada de Damocles” de los efectos del Cambio Climático que cada día se hacen más visibles, lo cual ha llevado a los países, dentro de los que se encuentra el nuestro, a suscribir la carbono neutralidad al año 2050, que es un desafío enorme y acorde a la necesidad de estos tiempos, pero que requiere de la voluntad de todos los sectores y máxima premura en acuerdos y acciones para poder llevarlo a cabo y salir airosos con un desarrollo futuro viable.

El tiempo es escaso, para lograr ser carbono neutrales al 2050 necesitamos poner en marcha todas las acciones necesarias antes del 2030, sino no se logrará por la inercia que los cambios necesarios conllevan y el 2030 está a la vuelta de la esquina.

La buena noticia es que no partimos de cero, tenemos un buen camino avanzado, quizás el primer tercio más difícil que es aunar visiones y poner en marcha acuerdos entre diferentes instituciones y herramientas para trabajar de manera más fluida e interactiva entre todos los actores que convoca la edificación sustentable en todo su ciclo de vida en nuestro país.

Una institución muy valiosa para este propósito ha sido el instituto de la Construcción (IC) que reúne a instituciones público-privadas representativas a nivel nacional, que permite ir posicionando visiones y acuerdos para el desarrollo futuro. Hoy además existe en el IC una comisión permanente de trabajo que busca generar y consolidar lineamientos de avance entorno a la Construcción Sustentable en Chile, además de desarrollar hace algunos años la Certificación de Edificio Sustentable(CES) que abarca toda la edificación no residencial, la cual se encuentra en proceso de ser actualizada y mejorada, que junto al Calificación Energética de Vivienda (CEV), la Certificación de Vivienda Sustentable(CVS) y los Estándares de Construcción Sustentable del MINVU, y los Términos de Referencia (TDR) del MOP nos permiten contar con herramientas disponibles en nuestro mercado de acuerdo a nuestras necesidades locales y los desafíos que se nos plantean.

Por lo que sumarse como mandantes a tomar decisiones hoy con visión de futuro incorporando las certificaciones sustentables mencionadas, para que sea viable, requiere sólo de la voluntad y una visión clara para avanzar en este camino, que responde a las necesidades que hoy se plantean de Futuro y de mejorar la calidad de vida de las personas de manera cuantificable.

Los desafíos actuales para el sector son incorporar mecanismos de medición de datos a las edificaciones, que permitan mejorar su desempeño y armar una hoja de ruta 2050 hacia la carbono neutralidad en el área de la edificación, que incluye todo el ciclo de vida desde la planificación, el diseño, la construcción, la operación y demolición, aspirando en un buen escenario a quedar plasmado en los NDC de Chile, referente a aporte de los Edificios en el Capítulo de Ciudad.

El sector público hoy muestra una clara voluntad de avanzar en esta materia al incorporar hace algunos años el requerimiento de CES a los edificios de uso público, por otro lado, al aprobarse la Ley de Eficiencia Energética pronto llevará a que la Calificación Energética de Vivienda (CEV) sea obligatoria para todas las nuevas construcciones, sumándose a las existente Certificación de Edificios Sustentables (CES), la puesta en marcha desde enero pasado de la Certificación de Vivienda Sustentable de carácter voluntario y la esperada pronta actualización de la Reglamentación Térmica, ya en aplicación en las ciudades con Planes de Descontaminación Ambiental (PDA). 

Ahora es el turno del sector privado de subirse a estas iniciativas y aplicarlas en todos sus proyectos.

La nueva arquitectura: más humana, ética y sustentable 

Por Karen Grass, arquitecta y asesora CES

La explotación masiva de recursos naturales: madera, metales, minerales y combustibles fósiles ha llevado a la humanidad a una situación crítica. Hoy, estamos inmersos según los científicos, en la sexta extinción masiva a nivel planetario, precisamente, debido a nuestra irresponsabilidad. A nuestros antepasados podemos perdonarles pasos en falso debido a su ignorancia, pero, frente a las innumerables alertas de la ciencia nuestra generación no tiene excusa alguna para no cambiar la forma en que explota y consume los recursos. 

El concepto de sustentabilidad debiera incorporarse en toda la malla curricular universitaria, con énfasis en el diseño bioclimático en arquitectura. La mala calidad del aire está afectando a ciudades como Coyhaique, Temuco, Valdivia, Chillán, Osorno, Los Ángeles, Santiago, Talca, Curicó y Rancagua, cuyos índices han empeorado en los últimos años. Por eso, urgen estrategias orientadas a energías renovables no convencionales (ERNC), mejoramiento del transporte público, reciclaje y reutilización. 

En Temuco, se han incorporado mejoras a la vivienda financiadas por el Estado, que adicionan aislación térmica en las cubiertas para que las personas consuman menos leña destinada a calefacción. Pero el resultado no ha sido el esperado. La mayoría de las viviendas unifamiliares se han ampliado a segundo piso, por lo que una cubierta con mayor índice de aislación térmica ha provocado que en verano el segundo piso sea inhabitable durante las horas en que se concentra el calor. Además, los segundos pisos de estructura ligera, carecen de la inercia térmica (masa) necesaria para retardar el calentamiento. Asimismo, las ventanas no propician la ventilación natural cruzada, lo que ha aumentado el consumo de energía, para paliar el calor. 

En Punta Arenas, un estudio comprobó que, para una vivienda estándar de madera, se llegaban a producir hasta cuatro renovaciones de aire al interior, debido a la mala hermeticidad de las terminaciones, es decir, el aire interior se recambia hasta cuatro veces por hora, adicionales a la ventilación. ¿Qué calefacción podría con ello?

Es hora de aplicar la inteligencia del diseño bioclimático, que considera el clima exterior y se adapta a él; y de tomar acciones orientadas al ahorro en el consumo de agua y energía. Un buen diseño bioclimático puede lograr importantes ahorros del consumo total anual de energía. En este aspecto, una vivienda que se diseña para captar radiación solar en invierno y acumularla, con buen nivel de ventilación, higiénica en invierno y más intensa en verano, con protección de la radiación solar en las horas más calurosas, puede ahorrar -en climas de tipo mediterráneo- hasta un 10% del consumo total anual de energía. Por eso, el diseño bioclimático siempre considera el clima. 

Ya no hay tiempo. No solo la arquitectura se ha quedado sin excusas, en toda carrera profesional el enfoque debe ir hacia el ser humano, la sustentabilidad y el diseño ético y responsable.

Premio CES: Bienestar de los mayores y entornos amigables

Por Octavio Vergara Andueza, director nacional del Senama

El año pasado tuvimos el honor de participar en la primera versión de los Premios Certificación Edificio Sustentable, CES, y recibir un importante galardón por el Centro Diurno Referencial del Adulto Mayor de Punta Arenas, que se adjudicó el primer lugar en esta premiación, que busca reconocer el resultado de proyectos que han incorporado esta herramienta de certificación nacional.

Este centro diurno, construido especialmente para el trabajo con las personas mayores, es un recinto que fue pensado y diseñado precisamente para influir positivamente en la calidad de vida de los usuarios y el entorno, además del uso eficiente de los recursos. En él se desarrollan actividades para que personas mayores con un leve grado de dependencia puedan realizar actividades que les permitan mantenerse activos y compartan con la comunidad. 

En nuestra preocupación por esta temática, como Servicio Nacional del Adulto Mayor, y de la mano de la Primera Dama Cecilia Morel, quien lidera el Programa Adulto Mejor, hemos impulsado la promoción de las ciudades amigables con las personas mayores, iniciativa de la Organización Mundial de la Salud que busca contribuir a derribar barreras del entorno para promover un envejecimiento activo y participativo. 

Desde nuestro programa “Comunas Amigables con las Personas Mayores”, ejecutado oficialmente desde el presupuesto de Senama por primera vez este año 2020, estamos promoviendo un trabajo colaborativo con los municipios del país y sus comunidades, donde los propios adultos mayores se convierten en protagonistas y participan en los diagnósticos que se efectúan en los territorios. A partir de estos diagnósticos participativos, se generan las propuestas de acción a seguir, con el fin de mejorar el entorno y avanzar en la construcción de espacios e iniciativas acordes a la realidad de sus habitantes mayores.

Hemos trabajado fuertemente para favorecer el bienestar de las personas mayores, que no está dado solamente por la calidad de los servicios disponibles, sino que también por las posibilidades que les entrega el entorno en cuanto a participación e inclusión, lo que, sin lugar a dudas, marca una diferencia importante al momento de hablar de calidad de vida.

Es fundamental que avancemos en esta materia y que generemos iniciativas para impulsar el cuidado del entorno y de los recursos, para así construir mejores ciudades para vivir y que permitan no sólo preservar el medio ambiente, sino que también fomentar la participación y acercar los servicios a la ciudadanía. 

Así como pudimos dar un paso importante con la construcción del Centro Diurno Referencial del Adulto Mayor de Punta Arenas, queremos continuar con ese ejemplo y avanzar en el ámbito de la sustentabilidad y el uso eficiente de los recursos, tan necesario en estos momentos, para continuar beneficiando, tanto a usuarios como a la comunidad. 

El espacio físico donde habitamos es sumamente relevante al momento de hablar del desarrollo de un envejecimiento activo, y cuidarlo y preservarlo es tarea de todos. Colaborando conjuntamente como sociedad, de manera intersectorial, lograremos avanzar hacia el objetivo común de construir mejores espacios donde vivir y envejecer, dejando un importante y necesario legado a las generaciones futuras. 

Las demandas constructivas pospandemia

Por Ricardo Fernández, presidente de Certificación Edificio Sustentable (CES)

Vivimos momentos difíciles. En muchos aspectos, hemos tenido que adaptarnos y, tal vez, necesitábamos ese golpe de realidad. En la industria de la construcción, veníamos pensando hace tiempo en cómo hacer obras más confortables y seguras, tanto para nuestros trabajadores como para los usuarios. Pero la pandemia nos empujó a salir de la reflexión para pasar a la acción. 

La forma de diseñar y construir los espacios, definitivamente, va a cambiar: tendremos que mejorar la productividad, acelerando la penetración de sistemas constructivos industrializados, para minimizar los tiempos de ejecución in situ y la cantidad de personas por metro cuadrado en la obra, pues será la mejor manera de disminuir los riesgos. 

Sin las tecnologías y los sistemas prefabricados más una integración temprana de las especialidades involucradas en los proyectos, avanzaremos a paso de tortuga. Además, los edificios de uso público tendrán que cambiar sus distribuciones, contar con ascensores que se accionen con pedaleras, zonas de lavado de manos en la entrada de las oficinas, estaciones de sanitización y muchas otras innovaciones.

La calidad de aire interior, la iluminación, el acondicionamiento térmico, el reciclaje y el cuidado del agua serán preocupaciones constantes. Pasamos mucho tiempo dentro de edificios, por lo que una arquitectura y una construcción precedidas de un buen diseño, con énfasis en ambientes interiores, eficiencia energética y desempeño pasivo, serán cruciales. Por eso, no es raro que las solicitudes de certificaciones CES estén aumentando tan rápido. 

Un hospital con buena visión al exterior acorta el tiempo de recuperación de un paciente en más de un 5%, razón suficiente para construirlo con suficiente iluminación natural. Esta característica es igual de importante en un recinto educacional, pues mejora el aprendizaje en, aproximadamente, un 10%. Asimismo, una óptima calidad del aire interior aumenta la productividad en torno al 11%.

Invertir en una certificación como CES, representa apenas el 0,3% del valor del proyecto a construir y genera alrededor de 30% de ahorros en consumo energético, retorno sumamente atractivo para cualquier inversionista. Además, un edificio certificado baja en 30% las emisiones de CO2 equivalente, comparado con un edificio estándar.

Chile no puede esperar más. Mandantes, inmobiliarios y profesionales del rubro deben hacer suyo el modelo de certificación no solo para mejorar el confort, sino también para aumentar la vida útil del proyecto y disminuir los costos de operación que, ahora, más que nunca debemos optimizar.

Desarrollo sostenible y carbono neutralidad en tiempos de pandemia

Paola Valencia, encargada de la Secretaría Ejecutiva de Construcción Sustentable del Minvu.

Cruzamos una crisis global que está impactando todos los aspectos de la existencia humana sobre este planeta. La pandemia de Covid-19 no sólo está generando un lamentable récord de mortalidad a nivel mundial y el colapso de los sistemas de salud, sino que está produciendo serios efectos en otras esferas como la social, económica y medioambiental.

Claramente esto afectará los procesos de desarrollo a nivel mundial, especialmente considerando que la meta de los países ONU al 2030 era alcanzar globalmente un modelo de crecimiento sostenible para las sociedades. 

Cabe recordar que en 2015 los líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos, en el marco de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Estos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) consideran acciones en áreas sensibles de la humanidad y el planeta, que se integran e interrelacionan, por lo que la afectación de una tiene repercusiones en las otras definitivamente.

En este nuevo escenario de crisis, más que nunca tenemos la certeza de lo imperativo que resulta ejercer una mirada sostenible del desarrollo de las sociedades, que considere las vulnerabilidades de nuestros sistemas y propenda al cuidado de la vida en todas sus formas. Entonces, los compromisos país que hemos adquirido en materia de desarrollo humano y sostenible, deben estar presentes y modelar las decisiones y acciones que se definan para avanzar desde hoy en adelante, considerando las condiciones sociales, económicas y medioambientales que tendremos que enfrentar luego de esta pandemia. En definitiva, debemos asumir esta crisis como una oportunidad para impulsar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, de manera de avanzar en la reducción de desigualdades de todo tipo.

Uno de los ámbitos relevantes en los ODS se relaciona con la carbono neutralidad, que es un factor preponderante en las condiciones de vida de las sociedades, dado que el calentamiento global y el cambio climático están directamente relacionados con el aumento sostenido de los gases de efecto invernadero, en especial del CO2.

Chile, en el marco del Acuerdo de París, se comprometió a alcanzar el carbono neutralidad al año 2050 y llegar a un peak de emisiones de gases de efecto invernadero en 2027. Para alcanzar estas metas se considera que una de las estrategias más costo-efectivas es descarbonizar el sector de la edificación, dado que las ciudades ocupan solo el 3% de la superficie del planeta, pero representan el 75% de las emisiones de carbono y consumen entre el 60 y 80% de la energía.

Por otra parte, se estima que el 36% del uso de energía primaria en el mundo, y casi el 40% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) estuvieron asociadas al sector edificación durante el 2018. De estas emisiones, un 28% proviene de la operación del edificio y un 11% del carbono incorporado de sólo tres productos de construcción: cemento, acero y aluminio.

En el caso de Chile, existe un importante vacío de información respecto de este tema, ya que sólo tenemos el dato que entrega el Balance Nacional de Energía (BNE) sobre el consumo energético del sector construcción durante la operación, del cual se desprende que el 22% de la energía total consumida se utiliza en la operación de edificaciones. Lamentablemente, no contamos con información objetiva a la fecha para la estimación de la huella de carbono del ciclo completo del sector construcción.

Sumado a lo anterior, tenemos que el sector construcción, a nivel global, es una de las industrias que mayor cantidad de recursos naturales utiliza, y Chile no escapa a esta realidad. Hace pocos días el organismo internacional Global Footprint Network, publicó que la huella ecológica del país es mayor a su biocapacidad de reserva, siendo el con mayor déficit de la región. Las categorías que presentan mayor déficit son: Terreno edificado, tierras de absorción de carbono, tierras de cultivo y tierras de pastoreo.

Es por esto que el Ministerio de Vivienda y Urbanismo ha implementado hace varios años una agenda de construcción sustentable que tiene varios principios, entre los que destacan: Promover la reducción de impactos ambientales del sector, gestionar en forma responsable los recursos naturales, aportar con una mejor calidad de vida a las personas y construir ciudades más amigables con el medio ambiente y las personas.

Es fundamental en este trabajo levantar información sobre los impactos del sector ya que, como menciono anteriormente, hay escasez de estos datos en el país. Respondiendo a esta necesidad es que el Minvu ha creado un comité público-privado, cuyo objetivo es desarrollar e implementar una estrategia nacional para la gestión de la huella de carbono de la construcción.

El objetivo de esta mesa es acordar una planificación estratégica y metodológica durante 2020 y, a partir de 2021, comenzar con un fuerte trabajo de levantamiento de datos, creación de plataformas de difusión e implementación de calculadoras, además de implementar un sistema de monitoreo reporte y verificación de huella del sector. Todo esto debe estar articulado con los sistemas de certificación vigentes, y enlazado con instrumentos de fomento financiero que aporten incentivos a la industria y a los usuarios que utilicen productos más sustentables y de baja huella ecológica y de carbono.

Para nuestro ministerio esta tarea es crucial, pues sabemos que gestionar la huella nos va a permitir reducir impactos ambientales, hacer más eficientes los procesos y utilizar menos recursos naturales, lo que traerá, además, beneficios para el medioambiente y la productividad del sector.